Los limites nunca son fastidiosos como suelen parecer, inclusive son líneas divisorias de barriadas: ubiquemos, por ejemplo, la calle Córcega. Su trecho entre la avenida Paseo de gracia y  la calle Paseo de San Juan- límite entre  Gracia y el Ensanche -es un conjuntos de fiestas de individuos por donde se metan: bingos, sex-shops, la discoteca Imperator, el Hotel Seventy, la Churrería Trébol. Ahora bien, hay que tener presente que  permanecemos  en una línea divisioaria: a la izquierda tenemos Milà i Fontanals y es suficiente doscientos metros hacia el norte para pasar a una serenidad total, en la gran fortaleza de la Gracia gitana. A lo más alto de la calle de Josep Torres, 20, la tranquilidad ocurre un poco angustioso. Y así de repente te roban la existencia de la impresionante Casa Agustí Atzeries, del mismo modo, famosa como la Casa del Demonio.

Es más fácil imaginar el porqué: cuatros alucinantes frescos del demonio  colorado como el Diablo de Fausto decoran el frente. A la imagen del demonio dandi la marca bestias cabezas de piedra, con la intensión de sorprender bajo balcones y adornos. Para el año 1892, el victorioso propietario Agustí Atzeries comenzó con una deseosa renovación de su casa. El fracaso de su empresa hizo que tuviera indeciso para resolver entre una cosa y otra, comenzaron las angustias por las deudas, y trato de solucionar en lo que podía para ganarse la vida. Y desde luego, como solución a sus problemas corrió con una suerte de ganarse un premio con una lotería para de esta manera ir mejorando  bruscamente su economía.  Es muy natural, ser complacido: En su renovación Atzeries dejo muy transparente quien había sido su protector. Impertinente: a 50 metros, en el número ocho de Fraternitat, una placa nos permite recordar que en ese lugar nació el Pescaílla (que al igual, como creo el bluesman Robert Johnson durante el cruce de caminos, tal vez cediera su alma al diablo a cambio de su maravilloso ventilador).

Gracia y su  duende

La calma de estas calles esconden cuentos que no resulta ser tan solo costumbres y rumores: La cara del único duende justificado en Barcelona se encuentra en el número 53 de Francisco Giner. Justamente el domingo 10 de febrero de 1935. El celador de las noches Enric Montroig regreso a su casa luego de una faena laboral en Paseo de San Juan. Cerca de las 11 de la noche, unos trancazos levantaron (dos niños, mujer y suegra). Fue entonces como Atónito Montroig observo como salió volando una cajonera del comedor, desde ahí, los trancazos y el escándalo de la noche se hicieron más fuerte. Al siguiente día, llegaron dos personas de la guardia urbana para averiguar sobre lo que había sucedido la noche anterior, sin obtener alguna conclusión.

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